Ahora que por fin parece que se acerca el invierno. Ahora que ya ha llegado el viento del norte con sus dedos helados. Ahora que hace falta ponerse varias capas para salir a correr. Justo ahora, he tenido que meter la zarpa.
Porque uno de estos días en los que nuestro campo de Hoyo amaneció por encima de la niebla, y pudimos disfrutar de una mañana soleada cuando el resto de los mortales vivían sumergidos en leche. Justo ese día, tropecé. Y al rodar por el suelo me golpeé un dedo de la mano.
Mala pata, en todos los sentidos. Fue quitarme el guante y ver que la cosa estaba rota. Así que volví a la carrera al coche, me di una ducha calentita y para urgencias.
Resultado: dos semanas con el dedo agarrado a un escayola. Y gracias. Quince días sin correr. Medio mes de reposo invernal. Una temporadita en la que habrá que disfrutar encerrado de los polvorones y el turrón. A ver si por lo menos llega la nieve para cuando termine mi condena.
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