El último domingo de octubre le ganamos una hora al amanecer. Hay años en los que los que ese momento llega más pronto y otros, como este, en los que llega justo el último día del mes. Mientras tanto, la noche nos sigue ganando la partida jornada a jornada. De hecho, esta semana he corrido casi todo el rato a oscuras, y tan sólo he visto el primer albor cuando ya llegaba de vuelta a casa.
Es una forma distinta de correr, que permite un cierto recogimiento casi monacal. Nada nos distrae mientras vamos siguiendo el círculo de luz del frontal, porque la fauna noctámbula que circula a esas horas tampoco es que sea muy ruidosa.
A primeros de noviembre recuperaré de golpe la luz mañanera en mis salidas. Volveré a disfrutar del sol naciendo cada día, al menos durante unas semanas. Hasta que el invierno apriete el puño y nos deje con pocas horas de luz. Mientras tanto, disfrutemos de la noche.
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