El otoño ha llegado de una forma que se nos hace rara: con cielos nublados, vientos fríos, bajada de las temperaturas y los árboles cambiando el color de sus hojas. Todo lo que define la estación que acaba de comenzar, pero que teníamos casi olvidado por culpa de unos años en los que los últimos flecos del verano llegaban a veces hasta Navidad.
Con el cambio de tiempo, yo también he cambiado ya la ropa que uso para salir a correr cuando el campo está todavía dormido. Manga larga y guantes para guardar un poco el calorcillo que arrastra uno desde la cama a esas horas. Aunque aún falta para embutirme en mallas largas y doble capa.
Ropa de entretiempo, como dirían las abuelas, para disfrutar de uno de los mejores momentos del año en esto de correr por el campo. Ya me falta sólo terminar de quitarme de encima un pequeño tirón que arrastro en la pierna desde hace un par de semanas para ser feliz como una perdiz trotando al alba.
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