Hay veces en las que sales a correr antes de que amanezca y tienes la oportunidad de disfrutar del campo con las luces blancas del alba y de la luna llena. Es como tener dos focos enormes juntos que iluminan tu camino, uno por el este y otro por el oeste. Uno redondo, a punto de desaparecer; y otro que anuncia la salida inminente del sol.
En el fondo toda esa luz tiene el mismo origen, aunque la luna nos la devuelva reflejada. De hecho, la luna que vemos no es la que hay ahora, sino la que existía hace 1,3 segundos, que es lo que tarda su luz, su imagen, en llegar hasta nosotros. Puede parecer poco, pero si pensamos en el sol, el retraso es ya de más de 8 minutos. Y la luz de la siguiente estrella más cercana que vemos tiene cuatro años de antigüedad.
Todo lo que miramos ya ha pasado; y lo que escuchamos es todavía más viejo. Son ese tipo de cosas en las que a veces te pones a pensar cuando corres al alba mirando la luna llena. Para mí, trotar es divagar, en español. Y devagar siempre en portugués.
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