miércoles, 9 de febrero de 2022

La belleza del alba


Ya he comentado en alguna ocasión que si este blog se llama como se llama no es por casualidad. Siempre he pensado que merece la pena ser testigo de cómo despierta el campo con la primera luz del día, aunque cueste salir de la cama en mitad de la noche. No hay mejor momento para trotar un poco.

El alba ha tenido un carácter sagrado para muchos pueblos. Es un momento breve a mitad de camino entre la noche y el día, y casi siempre ha sido representado por un alma femenina. Eostre era el nombre de la diosa escandinava del alba. Eos en Grecia y Aurora en Roma. Ame-no-Uzume en Japón. Ushas para los hindúes. Anpao para los sioux. Zorya entre los pueblos eslavos...

En muchos casos estas diosas menores están emparentadas con familiares más poderosos relacionados con el sol y la luna. Pero a pesar de no ser tan famosas, su belleza es algo constante. Como diría Homero, sus sonrosados dedos han enamorado al hombre desde el principio de los tiempos.

Lo cierto es que la belleza del alba está mucho más allá de cualquier cliché, aunque sea dicho en griego antiguo. Si el cielo está despejado, durante unos instantes el mundo se llena de una luz blanca que inunda el alma. Son apenas escasos minutos, pero llenan el corazón de esperanza y felicidad. Un contrapeso perfecto de esa hora azul y melancólica del crepúsculo.

La belleza de todo lo que puede contener el futuro frente a la belleza de lo que ha contenido el pasado. No siempre es fácil estar presente cuando aparece la diosa. Las horas cambian, y en verano nos espera un buen madrugón si queremos verla. Pero merece la pena el esfuerzo.






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