Viendo el recorrido del otro día, me quedé con ganas de perderme más
por el monte, ya que las orillas del Genil son demasiado domesticadas para mi
gusto (además de estar superpobladas para lo que yo estoy acostumbrado).
Además, como el sendero que descubrí el otro día para salvar
la primera parte de la cuesta me gustó mucho, empecé el recorrido en sentido contrario. Y
tomándomelo con mucha calma, que la subida no es para salir por patas.
Ya en la cresta, y aunque todavía quedaba mucho por subir, por lo menos
pude disfrutar del sol para calentarme un poco. El frío de la vega y de las
zonas umbrías se hacía visible en los sitios orientados al norte, en los que
crecía la escarcha sin complejos.
Por el camino me salió al encuentro una pareja de mitos (llevaba mucho
tiempo sin ver ninguno). Y, a pesar del frío, el romero ya había empezado a
echar flores.
La bajada por el barranco me llevó hasta un cortijo (en algún momento
me debí meter en una finca privada) y de ahí hasta el río tan sólo quedaba un pequeño
salto. Ya sólo quedaba volver a Granada por la vereda del Genil.
19,28 km. (11,98 millas)
580 m
2h 16 min (8,51 Km/h)
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