Pocas veces he terminado con los pies tan mojados como ayer. Toda la
nieve que había caído el martes decidió empezar a disolverse a la vez creando
un paisaje anegado. El campo parecía una piscina, los caminos se confundían con
los arroyos y para rodear los charcos habría que haber bajado hasta
Torrelodones. Sólo quedaba relajarse y disfrutar.
En estos casos, lo mejor es meter los pies en el primer charco para
olvidarnos cuanto antes del problema. Yo hice el canelo y traté de evitar lo
inevitable durante cinco minutos. Hasta que, de pronto, me vi vadeando un
pequeño pantano improvisado. Menos mal que no hacía nada de frío.
A pesar de que con esa temperatura no había ninguna placa de hielo, lo
cierto es que el sendero estaba tan resbaladizo por la nieve medio derretida,
el agua y el barro que no se podía ir demasiado rápido. Lo que me vino muy bien
para disfrutar del campo en medio de la niebla e iluminado por la luz reflejada
en la nieve.
Y esta vez, Senda también disfrutó del chapoteo continuo, persiguiendo
olores y conejos fantasma. Lo único malo es que, entre que salí un poco más
tarde y que fui deslizándome a ritmo de habanera, me dieron las tantas y no
pude pillar la ducha calentita hasta las once y media. Pero mereció la pena.
10,90 Km (6,77 millas)
265 m
1h 12 min (9,08 Km/h)
No hay comentarios :
Publicar un comentario