Como el otro día me quedé con las ganas de subir montes, ayer traté de quitarme la espina. Y aunque suelo quejarme de la escasa estatura de las montañas de la sierra de Guadarrama, lo cierto es que a veces eso tiene alguna ventaja. Como la de poder salvar un buen desnivel corriendo al sol y sin mojarme las zapatillas en pleno invierno.
El caso es que, aprendida la lección del otro día, opté por tirar hacia cumbres más bajitas. La idea era subir directo desde la Jarosa hasta la cuerda, tirar luego por el GR-10 hasta Abantos y volver cruzando el valle de Cuelgamuros. Y por una vez, la realidad se ajustó totalmente a lo previsto.
La subida la hice por el barranco de los lobos, donde me topé con un par de corzos medio escondidos entre las retamas y jaras. Además, durante todo el recorrido disfruté de un coro de pajarillos. De estos, tan sólo pude identificar realmente a una collalba negra, un carbonero garrapinos y un grupo de arrendajos. Al resto los vi pasar fugazmente y no me dio tiempo de fijarme en sus libreas.
Aunque salí con fresquito (el termómetro marcaba un grado), me puse la ropa de verano porque el día prometía caldearse rápidamente. Para cuando le llegué al collado de la Carrasqueta ya estaba sudando como un pollo. Y bajando Abantos casi se agradecía el meterse a la sombra de los pinos.
Pero el frio en esta zona me jugó una mala pasada después de refrescarme en una fuente del camino. Cuando bajaba de la plataforma de la fuente, las piedras que parecían mojadas realmente estaban cubiertas por una capa de hielo. Así que acabé rebotando por los escalones, terminando con un brazo magullado y el orgullo herido.
Menos mal que tan sólo me quedaba una larga bajada hasta el embalse de la Jarosa. Rodeando la zona de la Cruz de los Caídos y siguiendo luego el arroyo del Picachuelo hasta donde había dejado el coche.
26,28 km (16,33 millas)
1.150 m
3h 07 min (8,69 Km/h)
No hay comentarios :
Publicar un comentario