Después de la salida del último día, en la que el calor, la falta de agua y el cansancio se aliaron para convertir una carrera tranquila en un pequeño infierno, esta vez había decidido tomarme las cosas con mucha calma. Reduciendo la distancia y yendo por caminos facilitos, por si las moscas.
Y a pesar de que la cosa fue mejor, el caso es que todavía no tenía buenas sensaciones. La respiración no terminaba de acompasarse al ritmo y las piernas me pesaban desde el primer momento. Así que fui bajando hacia la presa del Gasco despacito, aprovechando para descubrir un camino nuevo.
El senderillo bordea a media ladera los pequeños barrancos que terminan en el canal de Guadarrama. Todavía no había pasado antes por ahí, pero lo cierto es que merece la pena. Con poco paso, el camino está bordeado de arbustos, entre los cuales destacaban las primeras flores de las jaras.
Una vez abajo, tan sólo tenía que seguir el canal hasta la presa y volver por el camino del Pardillo hasta la torre vigía de Torrelodones. Pero antes de la subida, en el pinar que hay en el cruce de caminos cerca de la casa de la Isabela, me entretuve un rato observando a una ardilla triscando entre las ramas. Una forma como otra cualquiera de recuperar fuerzas.
15,29 km (9,50 millas)
376 m
1h 40 min (9,17 Km/h)
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