Pillar unas zapatillas y ponerse a correr ha ayudado a muchas personas a superar sus problemas de adicción a todo tipo de drogas (incluido el alcohol). Es algo que menciona de pasada hasta Scott Jurek en su autobiografía, cuando dice que en el mundillo de los ultramaratones es muy habitual encontrarse gente que ha conseguido olvidar corriendo periodos autodestructivos de sus vidas.
Lo que nos plantea Ben Davis en este libro es una resurrección de otro tipo de droga más habitual: la comida. La afición por las grasas, el azúcar y la comida basura de verdad (la comida preparada y los dulces que hay en los supermercados) puede llegar a producir los mismos efectos negativos que el de otras drogas más "duras": todo tipo de problemas de salud, tanto físicos como mentales.
En su caso el proceso autodestructivo relacionado con la comida venía acompañado con pequeñas dosis de ludopatía. Hasta que un día decidió darle un giro radical a su vida y salir del pozo que había cavado a base de pizzas, hamburguesas y patatas fritas (y alguna que otra visita al casino).
Lo que consiguió ayudarle fue ponerse a correr. Y lo explica de una forma sencilla y sincera. Siendo perfectamente consciente de que muchas veces la afición al ejercicio puede convertirse en otro tipo de adicción. El resultado es un libro de autoayuda típico, con todos los defectos y virtudes de este tipo de literatura.
Argumento
Ben Davis era un tipo obeso. Tanto que no cabía ni en las butacas de los cines. Sus problemas de peso y de autoestima le fueron convirtiendo en una persona aislada e introvertida. Pero un día decidió resolver sus problemas y terminó corriendo maratones y participando en pruebas de triatlón.
Lo que nos cuenta en el libro es su experiencia y sus consejos para ayudar a otras personas a superar problemas de adicción de todo tipo. O a mejorar nuestra vida en general dedicando un rato a trotar. Y lo que dice es bastante sensato, muy bien planteado y puede ayudar de verdad a mucha gente.
El problema es que lo cuenta se podría resumir en una charla de una hora. Y lo que usa para rellenar el resto del libro es un tipo de palabrería que parece sacada de un manual de marketing o de los sermones de los telepredicadores. Y al final, ese tufillo extraoptimista termina echando un poco para atrás.
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