Llevaba tiempo con ganas de volver a darle la vuelta a la sierra de Hoyo. Aunque no es demasiado espectacular, y va todo el rato por caminos muy concurridos, el caso es que el recorrido es muy facilito. Perfecto para correr durante unas cuantas horas sin demasiados agobios.
Para poder aprovechar el día y cumplir con la logística familiar he salido justo al alba. Así me evitaba tener que llevar el frontal y podía correr sólo con el cinturón en vez de la mochila (que es más engorrosa). El único problema era aguantar tanto tiempo con sólo una botella. Pero recordaba que a mitad del recorrido había una fuente y confiaba en que todavía tuviera agua.
Lo malo de correr al alba es que hay que levantarse muy temprano. Lo bueno es todo lo demás. A esa hora el campo está en su mejor momento del día, con los pájaros en plena actividad buscando comida y defendiendo sus territorios cantando a voz en grito. Y la luz blanca que va definiendo poco a poco los contornos del paisaje tiene algo de magia.
Por el camino me he encontrado con menos gente de la prevista. Al principio porque todavía debían de estar durmiendo. Y luego, cuando ya estaba en la cañada Real Segoviana, porque quizás el cielo nublado les había echado para atrás. Pero el caso es que tan sólo he visto un par de grupos de ciclistas y algunos paseantes dispersos. Poca cosa para una pista que suele convertirse los fines de semana en una romería.
La última parte, la que transcurre pegada a la carretera M-618, también la he hecho en relativa soledad. Pocos coches y poca actividad en general. Las únicas que me miraban desde los prados cercanos eran las vacas. Con las caras serias y esa expresión de estar pensando "¿a dónde irá éste con tanta prisa?". Pues a regresar a casa a tiempo para preparar las lentejas.
42,65 km (26,50 millas)
739 m
4h 32 min (9,41 Km/h)
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