La segunda mejor forma de correr por una zona desconocida es consultar mapas, fotos aéreas y webs de recorridos (la primera es ir acompañado por alguien del lugar). Lo malo es que no siempre lo que vemos impreso o en una pantalla se corresponde con la realidad.
A veces hay que confiar en que exista un senderillo o que una cuesta se pueda bajar campo a través y no sea un cortado. Por eso, cuando se alinean los planetas y un recorrido que nos hemos trazado en la cabeza termina bien, es un placer por partida doble. Por correr y por haber vencido a lo desconocido.
Y eso es lo que me pasó el otro día durante una vuelta con salida y llegada en Granada. Con unos atajos hacia el llano de la Perdiz que estaban donde los había entrevisto en una foto aérea. Y con una trocha que me ponía de nuevo a la altura del Genil justo en el lugar en donde me la había imaginado.
Así que lo único que tuve que hacer fue disfrutar del paisaje, del sol, de las nubes, de las vistas hacia la sierra Nevada (con el Genil a la derecha y el Darro a la izquierda) y de una primavera ya muy adelantada. De hecho, se me hacía un poco raro ver que ya estaban abiertas la rosadas flores de las jaras blancas. Incluso las primeras aulagas. Cuando en la sierra de Hoyo todavía quedan meses para verlas así de floridas y hermosas.
2h 10 min
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