Para mí lo malo no es salir a correr después de comer (aunque sea algo frugal). Lo malo de verdad es no hacerlo inmediatamente. Ayer esperé un rato antes de ponerme en marcha y, para entonces, el cuerpo estaba ya ocupado haciendo la digestión. Así que me lo tuve que tomar con muuucha calma, por lo menos al principio.
Después de arrastrarme a un trotecillo lento durante una hora, las piernas empezaron a responder un poco mejor. Así que la subida final a la sierra, por la parte de la Silla del Diablo, fue un poco más ligera. Y la bajada incluso rapidita.
Esta vez, las vistas desde lo más alto no eran las mejores. Una especie de neblina, de esa que suele haber en los días más calurosos del verano, velaba las montañas de Guadarrama. Aunque por lo menos se distinguían las cumbres cubiertas todavía de nieve. De hecho, incluso quedaban algunas manchas a los lados del sendero que discurre por la cara norte de la sierra de Hoyo.
Al final, cuando la tarde ya estaba terminando, me tocó otra media hora larga de carrera. Con tranquilidad y en buena compañía, lo que me permitió relajarme un poco del cansancio. La mejor forma de terminar un recorrido que había empezado con el cuerpo en contra.
2h 52 min
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