Viendo como estaba la sierra, hoy ya sabía que no iba a correr mucho. O por lo menos que no iba a ir rápido. Porque lo que de verdad apetecía era llegar a la zona de nieve (que estaba muy baja, por otra parte) y disfrutar como un niño.
Así que me he acercado a la Jarosa para dar una vuelta por el bosque. En principio la idea era hacer un recorrido cortito. Si la nieve no era demasiado profunda me rondaba por la cabeza subir hasta la cuerda de las montañas. Pero la cosa no ha sido tan fácil.
Nada más salir me he encontrado con una capa de nieve helada, que iba haciéndose más profunda según trepaba por el sendero. Hasta que ha llegado un momento en el que la sensación era parecida a subir una duna. Porque cada paso enterraba el pie en un agujero helado que llegaba a media pierna.
En las zonas en las que la capa superior de la nieve estaba todavía helada no me hundía. Y podía correr rápido a pasitos cortos. Era como si fuera el mismísimo Legolas subiendo por las laderas del Caradhras. Lo malo es que, según iba pasado el tiempo metía la pata hasta el fondo cada vez más a menudo. Y entonces me acordaba del bueno de Gimli. O de Chiquito de la calzada en uno de sus días malos.
El caso es que me ha costado el doble de lo normal en esfuerzo y en tiempo. Pero realmente ha merecido la pena, porque el bosque estaba precioso. Y además, el sol brillante y el cielo azul completaban un paisaje perfecto.
2h 02 min
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