Todos los que nos gusta correr sabemos que la mejor forma de terminar el año es al trote. Por eso abundan las San Silvestres. Pero como yo no soy nada gregario, ni me gusta el asfalto, suelo optar por hacer la última carrera como siempre: en solitario y, a ser posible, por senderillos montaraces.
En este caso, para disfrutar del amanecer en Granada he optado por un recorrido que, a pesar de estar tan cerca de la ciudad, se pierde entre campos, bosquecillos y colinas solitarias.
El alba me ha encontrado tratando de entrar en calor a orillas del Genil, en dirección a la sierra. Aunque ha sido por poco tiempo, ya que tras apenas un kilómetro de llano he comenzado a subir hacia el cementerio de San José por en medio del monte.
La subida ha continuado con repechos más suaves hasta el Llano de la Perdiz, en donde los primeros rayos del sol brillaban a lo lejos en picos distantes.
Para la vuelta, he elegido un recorrido que me ha llevado hasta el Darro, en la zona del antiguo monasterio de Jesús del Valle. Desde ahí quería continuar por un senderillo que había visto en una foto aérea, y que bordea el barranco por la cara norte hasta la Silla del Moro. Y, aunque me he perdido un poco hasta encontrar el buen camino, al final he conseguido regresar sano, salvo y contento después de un par de horas al trote para cerrar mi año.
2h 12 min
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