Cuando corro, lo normal es que tenga el tiempo contado. Así que, cuando salgo, siempre sé lo que voy a tardar en volver. Sigo midiendo la duración de mis recorridos de forma habitual. No para saber si corro más o menos rápido, sino para no llegar tarde.
Por eso, cuando hago un recorrido nuevo y me sobran los minutos, no sé cómo invertirlos. Y en lugar de atajos, que es lo que casi siempre tengo que pillar para ser puntual, ayer me puse a buscar alargos.
Dando vueltas y eligiendo desvíos que me llevaran a hacer más larga la vuelta al canto del Pico. Porque tampoco quería quedarme helado esperando a que terminara el entrenamiento de mi hijo.
Al final me salió un recorrido con más eses que una carretera panorámica. Muchas idas y venidas para disfrutar de un campo que todavía se estaba quitando el frio y la escarcha a pesar de la hora. Es lo mínimo que se le puede pedir al invierno.
1h 32 min
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