Siempre he odiado el viento. No me gusta pasear por el campo cuando soplan vendavales. Lo único que consigue sacarme de casa esos días es salir a correr. Pero este puente, en el que han soplado los demonios, he tenido la excusa de una posible y remota lesión para quedarme haciendo reposo activo.
Tan sólo salí a trotar un día, en el que la niebla aprovechó que el viento nos daba un respiro para cubrir el campo al amanecer. Luego, con la sombra de la lesión ya superada, he continuado con mis recorridos. La idea sigue siendo recuperar la forma para volver a las montañas en cuanto lo permita la nieve.
Porque aunque el cuerpo sigue prefiriendo hacer la croqueta, la mente la tengo ya más en senderos serranos que en los que corro a diario. Hago mía la frase más famosa de John Muir: las montañas me llaman... A ver si voy.
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