Últimos días del año para aprovechar trotando con un tiempo espectacular. A lo mejor es que se ha adelantado el veranillo típico de enero. Sea lo que sea, lo cierto es que se agradece poder correr de nuevo al amanecer sin tener que envolverse como una momia contra el frío y el viento invernal.
Este año no he oído a las grullas, ni las he visto volando altas en el cielo. Supongo que habré estado despistado y me las he perdido, a ellas y al resto de aves que pasan migrando en busca de tierras más acogedoras durante el invierno. Tan sólo me he cruzado con un petirrojo con pinta de guiri, que aunque podría ser de los que siempre están por aquí, su mirada inquieta parecía indicar que era forastero.
Mientras tanto, el campo parece habitado casi exclusivamente por rabilargos y urracas. Completan el reparto alguna paloma torcaz revoloteando de vez en cuando por el cielo y un par de perdices que se levantan escandalosas cuando paso corriendo a su lado. Aunque como siga calentando el sol así, dentro de poco tendremos a todos los animalillos celebrándolo. Como hubiera dicho Shelley: If Winter comes, can Spring be far behind?
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