Siempre que paso corriendo por la pradera que hay en el alto del Robledillo, a un par de kilómetros de casa, hago una foto del Picazo. Siempre la misma, aunque sea de noche o esté nublado, en verano o en inverno. Y este año he terminado haciendo más de 200 veces la misma foto, quedando así reflejada por ejemplo la llegada a primeros de enero de la mayor tormenta de nieve que he visto en mi vida.
Pero esas 200 fotos iguales esconden la poca variedad de paisajes por los que he corrido a lo largo del año. Alguna salida a la sierra, de vez en cuando, alguna excursión durante el verano, y un par de saltos en las cercanías. El resto he trotado por los senderos que tengo a la puerta de casa. No me quejo, pero lo cierto es que no dan para mucho desde el punto de vista fotográfico.
Así que al escoger las imágenes que más me han gustado, o que mejores recuerdos me traen, no lo he tenido fácil. No porque haya muchas muy buenas, todo lo contrario. Entre que la cámara es mala y el fotógrafo peor, tampoco puedo presumir. Pero no las he reunido para homenajear mi orgullo, son sólo una forma de resumir lo que han dado de sí estos doce meses mientras corría por el monte. Recuerdos para refrescar la memoria.
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