Esta semana he podido disfrutar de la luna llena en todo su esplendor, ya que ha coincidido con mis horas noctámbulas de trote, y estamos teniendo los cielos totalmente despejados. Da gusto volver a correr con la luz de la luna, multiplicada por su reflejo en la hierba helada por la escarcha invernal.
Gracias a dios no está soplando ni una gota de viento. Porque salir con varios grados bajo cero se aguanta bien sólo si el aire no te congela las entrañas. Aun así supongo que sólo otro amante del correr puede entender que trotar de noche con este frío no es ningún sacrificio.
Poder disfrutar de la belleza del campo en la oscuridad, iluminado tan sólo por la luna, y con la compañía de mi fiel amiga es una maravilla. Aunque el precio sea volver a casa con las manos heladas. Algo que se arregla fácilmente con una buena ducha y un té calentito. Realmente no hay otra forma mejor de empezar el día.
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