Reconozco que a veces me cuesta levantarme cuando todavía es de noche y salir a correr por el monte con este frío. Pero si me quedara en la cama me perdería el poder trotar bajo la luz de la luna llena, en medio de un campo helado por la escarcha.
Siempre me ha gustado ver cómo se hace de día en el monte, más cuando el sol y la luna se dan la alternativa. Primero todo está iluminado por esa luz de plata que cantan los poetas. Luego, poco a poco, el alba va ganando la partida. Hasta que el sol triunfa del todo encendiendo un fuego en la cumbre de las montañas.
Es difícil no ponerse en plan cursi cuando se ha vivido este espectáculo. Es todavía más difícil quedarse en la cama, sabiendo lo que nos perdemos. Aunque afuera nos esperen el frío y la escarcha. Además, a veces a esas horas hasta podemos hacer amigos nuevos, que se acercan a ver si les damos un poco de comida, o una caricia.
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