Los Juegos Olímpicos siempre han sido eventos en los que se ha medido más la rivalidad entre diferentes pueblos, países y culturas, que entre los propios atletas. El deporte es tan sólo una escusa, y está bien que así sea. En el fondo, si los que se arropan en nacionalismos coyunturales quieren sacar pecho, mejor que lo hagan así que invadiendo a su vecino.
En su versión moderna, la que retomó la idea a finales del XIX, a la obsesión nacional se le unían ideas peregrinas y prejuicios grabados a fuego en la mente de sus organizadores. Por eso, lo que llama más la atención de este cómic sobre la maratón de los Juegos Olímpicos de San Luis es lo mucho que hemos progresado a la hora de eliminar estereotipos de nuestras cabezas. Y lo mucho que todavía nos falta.
El caso es que Kid Toussaint sabe darle cierto ritmo a la historia, y José Luis Munuera la transforma correctamente en imágenes. Pero se queda todo impregnado de un tono demasiado infantil. La línea gráfica no transmite la obsesión, la belleza, el drama ni el esfuerzo inhumano de aquella prueba. El guion busca casi siempre el chiste fácil. Y así, se queda todo en una broma ligera.
Es curioso porque el tema y el medio son los mismos que los del maratón olímpico de Nicolas Debon. Así que es fácil comprobar lo que podría haber sido esta obra, pero que no ha logrado. O que quizás no ha querido, y su objetivo desde el principio era hacer un cómic menos "serio". Sea como sea, me parece una pena haber desaprovechado una carrera que podría haber dado mucho más juego.
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