viernes, 20 de diciembre de 2024

Corred de día, que la noche es mía


Estas semanas me he convertido en un miembro adoptivo de la Santa Compaña. Cuando salgo a correr es de noche. Y, cuando llego a casa de vuelta, todavía no es de día. Lo que puede parecer un poco triste, pero tiene sus ventajas.

La primera es que a veces puedo trotar a la luz de la luna llena, como me ha sucedido esta semana en todas mis salidas. A pesar de la noche y el frío, poder correr por un paisaje helado en el que la escarcha refleja esa luz mágica es algo indescriptible. En esos momentos entendemos de verdad por qué los poetas hablan de una luna de plata.

A esas horas, además, los animales están todavía escondidos, así que el único sonido que se escucha es el crujido del hielo bajo nuestros pies. A veces viajamos muy lejos para buscar experiencias mucho menos intensas que esta que tenemos a la puerta de casa, cuando la luna y el sol se alejan del todo.

La segunda ventaja es que tenemos el campo para nosotros solos, y eso es algo cada día más difícil de encontrar en una comunidad que lleva siglos fagocitando a la gente de las regiones vecinas. Desde hace semanas no me cruzo con nadie durante mis salidas diarias (o más bien nocturnas) antes del amanecer, por eso ya sólo me falta agarrar un cirio y ponerme a buscar compañeros de procesión vestidos de blanco.



No hay comentarios :

Publicar un comentario