viernes, 1 de marzo de 2013

La medida irreal de las cosas


Cuando nos enfrentamos con la tarea de medir las distancias que corremos, lo primero que tenemos que hacer es olvidarnos de la realidad. Sólo si corremos en pista podemos estar casi seguros de lo que recorremos. Y eso únicamente si seguimos la calle uno y nos fijamos bien en las marcas de salida para cada distancia.

Pero cuando vamos por carreteras, caminos, parques o, sobre todo, campo a través, a lo máximo que podemos llegar es a tener una referencia aproximada. Nada más.

El problema es que con la comercialización masiva de aparatitos o teléfonos con tecnología GPS, parece que corriéramos con una cinta métrica en el bolsillo. Pero no. Todos esos aparatos tienen un porcentaje de error a la hora de establecer las distancias de un trayecto.

Los hay mejores y peores a la hora de acercarse a la distancia real (y por los test que he visto por ahí, no tienen nada que ver con el precio del aparato). Pero el margen habitual de error está entre el 0,3 y el 5%. En positivo y en negativo.

Y los mapas de papel o las páginas web que miden distancias sobre mapas o fotos aéreas tampoco son la panacea. Sin embargo, creo que, si dejamos de lado la realidad total y absoluta, el servicio que nos dan tanto los cacharrillos GPS, los mapas o las webs es más que suficiente.

Por un lado, no somos atletas profesionales. Para la mayor parte de nosotros los segundos no existen (o no deberían existir). Por lo tanto las distancias no tienen el mismo significado que para alguien que vive de eso.

Y por otro lado, creo que lo importante es medirnos a nosotros mismos. Si usamos siempre el mismo sistema, estaremos teniendo siempre el mismo margen de error. Por lo que los datos tendrán tanto valor como si supiéramos la distancia real y absoluta.

Ah, y en lo de que respecta a las diferencias de altitud, vale todo lo dicho anteriormente multiplicado por cuatro (eso cuando no confundimos metros con pies).

miércoles, 27 de febrero de 2013

Subir andando


Todos los corredores de montaña usan esta técnica. Y realmente se nota una gran diferencia entre subir corriendo (o fingiendo que corremos) las cuestas brutales, o subirlas andando.

Cuando no son tan brutales, a veces puede merecer la pena ir corriendo para mantener el ritmo. Pero sólo para eso. Porque en el fondo vamos más lentos y nos cansamos más.

Podría explicar cómo se debe andar exactamente, pero creo que si el propio Kilian lo explica, lo mejor es escuchar sus palabras.


martes, 26 de febrero de 2013

Canal y puente del Batán


Una vuelta de expedición por el cañón del Manzanares. Había visto en las fotos aéreas unos senderillos más cerca del río que el que yo suelo utilizar. Y sí. Hay muchos, y muy bonitos. Pero ninguno me sirve de verdad como alternativa.

El caso es que son sólo pequeños senderos laterales que llevan hasta la orilla del río. O caminos paralelos que desaparecen de pronto en medio de unas peñas. Total, que he estado un cuarto de hora yendo y viniendo por entre matojos hasta la central.

En cualquier caso, ha merecido la pena. A pesar del viento helado que soplaba por arriba, en cuanto me he metido en el cañón, el calorcillo se ha agradecido. Además, en las zonas donde da el sol, el campo ya huele a jara.

En resumen:
  • Siempre hay que explorar esos caminos que vemos por ahí y que no sabemos a dónde llevan. A veces acabamos en un vertedero. Pero en otras ocasiones merece la pena el descubrimiento.
  • He probado en la última subida la técnica de andar a pasos grandes apoyándome en las rodillas. Todos los corredores que triscan por el monte la recomiendan, y realmente merece la pena.
14,08 Km (8,75 millas)
225 m
1h 37 min (8,71 Km/h)

lunes, 25 de febrero de 2013

El Muro



La gente suele decir que, cuando corres una maratón, alrededor del kilómetro 30 te encuentras con el Muro. Así, con mayúsculas. Supongo que ese Muro se ha hecho famoso por una razón muy sencilla: es el momento en el que la mayor parte de la gente descubre por primera vez en su vida lo que es una pájara.

La pájara llega cuando se han acabado las reservas de energía. Y lo normal es que se acaben a las tres o cuatro horas de trabajo continuo (de ahí que sea más habitual entre los ciclistas). Antes puede haber cansancio, calambres, dolor, sudor y lágrimas. Todo chungo, pero eso no es el Muro.

Los profesionales y fauna similar corren la maratón en dos o tres horas. Para eso hay que estar en muy buen forma. Pero no es un tiempo de trabajo exagerado. Cuando pasan por el kilómetro 30 van cansados y con ganas de llegar. Pero no están exhaustos.

La gente normal, los corredores de todos los días, suelen entrenar durante una o dos horas como mucho. Tienen el cuerpo a punto y llegan a coger ritmos rápidos. Pero el problema es que, cuando están en una maratón, se encuentran con un elemento por el que no han pasado casi nunca. El del agotamiento más completo y absoluto.

Como he dicho, ese momento suele llegar a las tres o cuatro horas. Justo cuando muchos de los corredores pasan por el kilómetro 30. No es cansancio. No es dolor. Es sencillamente una falta de fuerzas total, provocada por el consumo de todas las reservas de energía de nuestro cuerpo.

La culpa no la tiene el esfuerzo físico. O al menos no de forma directa. El problema aparece cuando no se han ido reponiendo esas reservas de modo correcto. Y no, unas barritas o un par de botellines con bebidas azucaradas no son suficientes.

En cualquier caso, aun sabiendo por qué pasa y aunque nos entrenemos para evitarlo, el muro, la pájara o el tío del mazo siempre pueden esperarnos a la vuelta de la esquina.

Por cierto, el video es de la película Run, Fatboy, Run (toda una declaración de intenciones).

domingo, 24 de febrero de 2013

Arroyo de Trofa


Hace mucho que no corría por el arroyo de Trofa, a pesar de que es uno de los recorridos más bonitos que hay por aquí cerca.

Quizás el problema sea que es demasiado largo cuando sólo tienes un rato. Y demasiado corto para una salida larga. Hoy tenía el tiempo justo antes de comer, así que he aprovechado.

El día ha sido una mezcla de invierno y primavera. Con un sol que empieza ya calentar lo suyo, pero con viento del norte que traía aliento de nieve. Y por lo que parece, va a estar unos días así. Tocará abrigarse.

16,03 Km (9,96 millas)
404 m
1h 42 min (9,43 km/h)

jueves, 21 de febrero de 2013

Cerro de San Pedro


La primavera ya está aquí. Como frase no es muy original, pero al menos es sincera. Hoy he visto ya las primeras margaritas en los prados de Navalvillar. Las ranas llevan cantando a lo bestia desde hace unas cuantas noches. Y, en general, se siente en el aire esa sensación como si algo estuviera a punto de explotar.

Puede que el invierno dé sus últimos coletazos con alguna tormenta más de nieve y un par de semanas de frío. Pero el buen tiempo de verdad está a la vuelta de la esquina. Y los días ya se notan cada vez más largos.

Hoy me apetecía volver al cerro de San Pedro. Con dos días de descanso desde la salida del domingo quería probar a ver qué tal me respondían las piernas. Y además quería quitarme el recuerdo de la última vez, con lesión incluida.

El ritmo ha sido un poco más lento, pero he corrido sin cansarme y he llegado con fuerzas. Tengo ganas ya de volver a correr por la sierra. A ver si algún fin de semana puedo escaparme hasta la Najarra.

Los prados no estaban demasiado encharcados, a pesar de la lluvia de ayer. Mi sensación es que este invierno ha caído muy poca agua. Los arroyos no han bajado llenos casi nunca y los campos no han rezumado agua como otros años.

En resumen:
  • Un día templado (10-11º) y sin viento.
  • Muchos terneros recién nacidos en Navalvillar. Y las cigüeñas, a lo suyo en sus nidos.
  • Este es uno de los recorridos más duros para las piernas de todos los que suelo hacer, y la segunda cuesta del cerro sigue siendo un suplicio.
14,65 Km (9,19 millas)
556 m
1h 48 min (8,14 km/h)