Una carrera tranquila por las colinas que forman la sierra de Hoyo. Saliendo temprano, pero sin pasarse. Que ahora que se ha acabado la liga de baloncesto ya no hay que apurar para correr un poquillo antes de los partidos.
Entre que el recorrido empezaba con una subida empinada, y que notaba las piernas cansadas, el caso es que me lo tome con calma. Disfrutando de las vistas a un ritmo tranquilito. Y no sólo en las cuestas. Las jaras, hierbas y matas están cerrando poco a poco el sendero que recorre la espina de la sierra. Así que es hay que ir despacito aunque sobren las fuerzas.
En esa zona fui levantando perdices, que salían disparadas desde los matorrales. Y me fijé en que las plantas que llevan con flores desde hace días a la altura del pueblo, todavía están cerradas y medio hechas en las zonas altas.
Es sólo una diferencia de unos cuantos cientos de metros. Pero entre la altura y el microclima creado por la orientación y la orografía, el caso es que la sierra de Hoyo es un ejemplo perfecto para entender cómo afecta el entorno a los seres vivos.
En vista del cansancio, y de la falta de agua, la vuelta la hice por la vía directa. Y el caso es que ni a esas horas más civilizadas me crucé con nadie. Ni ciclistas, ni corredores, ni paseantes, ni domingueros. Un verdadero placer tener todo el campo para mi sólo.
19,67 km (12,22 millas)
741 m
2h 32 min (7,76 Km/h)
No hay comentarios :
Publicar un comentario