Un recorrido largo en el que se juntan los kilómetros, el desnivel y las pedreras en las que hay que ir saltando más que corriendo. Por eso había que salir pronto. Así que a las siete ya estaba en el puerto de Cotos dispuesto a tomármelo con calma. Que nunca se sabe cómo van a estar las fuerzas cuando el camino es largo.
A pesar de la hora tempranera, en estas fechas el Sol ya estaba crecidito cuando empecé a trotar. Entre eso, y que terminaba una noche de Luna llena, el caso es que me fui cruzando desde la salida con montañeros y corredores que venían ya de vuelta.
La subida hacia la Bola del Mundo por la loma del Noruego es muy suave y agradecida. Vamos cogiendo altura poco a poco disfrutando de las vistas, y dejando a la izquierda la estación de esquí. Al llegar a lo alto empieza de verdad el subeybaja de Cuerda larga.
Este es quizás el camino de alta montaña más transitado de Madrid. Con un reguero continuo de montañeros a cualquier hora del día. Con cuatro o cinco escalones y muchos tramos suaves. Con viento siempre (entre fuerte y muy fuerte). Con neveros que aguantan hasta bien entrado el verano. Y, ahora, con rebaños de cabras monteses medio domesticadas.
El caso es que no es un camino ni demasiado bonito, ni excesivamente duro. Para mí, tan sólo hay un par de puntos destacados (Loma de los Bailanderos y La Najarra). El resto son montañas chaparras y lomas redondeadas. Aunque al menos las vistas del valle de Lozoya y de la plana madrileña merecen la pena.
Realmente, lo mejor de la sierra se esconde en sus valles. Como los del río Moros, la Pedriza, Valsaín, el Hueco de San Blas o la Angostura. Y como la vuelta tocaba hacerla por el sendero que recorre este último valle, iba a poder disfrutar de la sombra de sus pinares y del agua de sus arroyos cuando el calor ya empezaba a notarse.
Antes había dejado atrás la Cuerda Larga por la pista que une el puerto de la Morcuera con el Paular. Un camino largo que pasa cerca de las cascadas del Purgatorio (aunque es una pena que no se puedan ver). La pista no es nada del otro mundo, pero la usan mucho los ciclistas para bajar hasta Rascafría.
El final, a pesar de hacerlo a la sombra de los pinos, fue realmente duro. Había estado comiendo y bebiendo bien durante todo el recorrido, pero las fuerzas ya estaban muy justas. Notaba en las piernas el cansancio acumulado, así que tuve que subir caminando el tramo más empinado del camino. Por eso prefiero los recorridos que terminan cuesta abajo. Así me puedo dejar caer cuando el depósito está vacío.
42,81 km (26,6 millas)
1.952 m
5h 38 min (7,60 Km/h)
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
No hay comentarios :
Publicar un comentario