La sierra de Cantabria es una de esas maravillas naturales que enseñan más en vivo y en directo que cualquier libro de geología, geografía, meteorología o botánica. Una cresta de montañas calizas, con orientación este-oeste en las que las nubes se quedan colgadas de sus blancos farallones.
Y gracias a su orientación, estas montañas permiten vivir dos mundos naturales totalmente distintos con sólo cruzar alguno de sus altos pasos. La España mediterránea y la atlántica se dan la mano ante nuestros ojos.
Al sur nos queda un paisaje dominado por los robles y las jaras, con un millar de flores diferentes, como joyas preciosas a orillas del camino. Al norte las hayas cierran las laderas del monte, con arbustos de boj creciendo tupidos con tanta humedad. Y las flores escasean, luchando por un rayo de sol en los claros del bosque.
El caso es que tenía muchas ganas de conocer esta sierra. Así que, aprovechando una corta visita a Logroño, di un pequeño salto hasta Laguardia para correr por sus dos caras complementarias.
El problema es que las nubes estaban enredadas en la sierra, así que no se podía ver demasiado lejos. Una pena, porque por lo que había visto esta sierra es realmente preciosa. Pero con lo que se distinguía a corta distancia, ya valía.
A pesar de ser una sierra en miniatura, las pendientes son realmente fuertes. Y los picos difíciles de alcanzar. De hecho, este recorrido ha sido uno de los más duros que he hecho nunca. Y uno de los más bonitos. A ver si puedo volver pronto para correr en un día despejado.
17,32 km (10,76 millas)
1.402 m
2h 45 min (6,30 Km/h)
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