Lo malo del invierno es que anochece tan pronto que siempre es de noche cuando salgo a correr. Al menos entre semana. Por eso disfruto tanto de estos días. Los más largos del año. Pero no los más calurosos.
Salir a correr cuando el sol se está poniendo es un verdadero regalo. Y aprovechar el crepúsculo para acabar el día trotando antes de cenar compensa de todas esas noches en las que lo único que veía era el cono de luz del frontal.
Y además sin pasar demasiado calor, gracias a las lluvias que han caído estos días. Disfrutando al pasar a su lado del olor acre de las matas de siempreviva, y del aroma dulce y campestre de las jaras.
15,19 km (9,44 millas)
366 m
1h 36 min (9,50 Km/h)
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