Correr a mediodía en esta época es jugarse un poco el físico. No te puedes fiar aunque el vientecillo norteño refresque el ambiente. A no ser que esté nublado del todo, el Sol te va a hacer pagar el atrevimiento.
En este caso, lo cierto es que no fue demasiado grave. Tan sólo la piel chamuscada después de un par de horas corriendo. Y eso porque al menos pude beber en una fuente a mitad de recorrido. Pero en verano siempre hay que correr con cuidado.
Por si acaso, el recorrido fue de los de rueda de carro. Esos en los que siempre puedes regresar acortando en cuanto vienen mal dadas. Lo mejor cuando no sabes cómo vas a estar de fuerzas, o cuánto va a tardar el Sol en freírte los sesos.
Así que empecé la curva por las praderas de la Berzosa, bajando después por el arroyo de Trofa hasta los Peñascales y rodeando luego el Pendolero. Al final, como tenía algo de tiempo, llegué hasta los Altos de la Solana. Todavía le quedaban radios a la rueda, pero a mí me bastaba con lo llevaba en el cuerpo. Quizás otro día. Y, sobre todo, a otra hora.
20,81 km (12,93 millas)
538 m
2h 13 min (9,39 Km/h)
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