Hacía tiempo que no corría entre la niebla. Y ya casi no recordaba lo especial y mágico que es. Parece como si estuviéramos descubriendo el mundo según vamos avanzando por los senderos. Cada árbol, piedra o recodo del camino surgen de la nada sólo para nosotros. Y luego vuelven a desvanecerse en ese mundo blanco que deja de existir cuando ya hemos pasado.
El recorrido me ha llevado desde Torrelodones, donde la niebla suele asentarse a gusto, hasta la presa del Gasco. Aquí el tiempo estaba más lluvioso pero por debajo de las nubes, así que la vista alcanzaba a ver todo el valle. Luego, durante la subida de regreso, tocaba volver a sumergirse en medio de esa nada blanquecina. Un placer para los sentidos (y un peligro para los coches, a juzgar por la cantidad de sirenas que sonaban en cuanto me he acercado a la carretera de La Coruña).
Además de la niebla, lo que más ha destacado hoy ha sido un espectáculo realmente extraño. Una jara florida. Ya sé que una solitaria flor de jara no hace primavera. Pero verla con sus pétalos recién abiertos en pleno enero me confirma una vez más que el clima está haciendo cosas muy raras últimamente.
1h 44 min
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