Las nubes han dejado paso a un frío más acorde con el calendario de lo que hemos tenido últimamente. Cuando he salido de casa al amanecer, el campo crujía bajo mis pies. Y los charcos que nos han dejado las pasadas lluvias tenían una capa delgada de hielo que ha ido desapareciendo con la luz del sol.
En estos días claros y fríos de invierno, la atmósfera está tan limpia que se puede ver a gran distancia. Así que para admirar el panorama he subido hasta la sierra de Hoyo. Desde arriba tenía casi al alcance de la mano Cuerda Larga, que conserva ya sólo la nieve en las cumbres. Lo bueno es que esta vez se podían ver también perfectamente las primeras montañas de la sierra de Gredos al suroeste y los montes del Toledo al sur.
Mientras subía me ha ido acompañando un grupo de buitres que se han ido quedando por debajo de mí. Al ser tan pronto, el sol todavía no había calentado el aire. Y además, aunque luego se ha quitado del todo, a esas horas todavía soplaba un viento del norte que no les ayudaba a volar.
Como no tenía mucho tiempo he bajado por el barranco de peña Herrera, siguiendo el arroyo que forma las cascadas de Hoyo. Gracias a las lluvias de esta semana ya tienen suficiente agua, aunque todavía están lejos de atronar y cubrir por completo las peñas. Normalmente hay que esperar al final del invierno o principios de la primavera para verlas caer en todo su esplendor.
Una vez más, al final del recorrido me quedaba todavía otra media hora de carrera suave en buena compañía. No se me ocurre una forma mejor de aprovechar una mañana fría y preciosa de invierno.
2h 39 min
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