Hay días en los que, nada más ponernos a correr, nos sentimos cansados. Sin ninguna razón que lo justifique nos pesan las piernas y vamos arrastrándonos malamente por los caminos. En estos casos, la única solución es no hacerle demasiado caso al cuerpo.
Porque si nos dejamos llevar por la pereza mental, al final acortamos el recorrido a la más mínima expresión. Y si por el contrario pensamos en otra cosa, solemos terminar mejor que al empezar a trotar. No con un trote alegre y saltarín, pero al menos un poco mejor.
Hoy cuando he salido al amanecer no tenía muy claro por donde iba a tirar. Así que en vista del cansancio he optado por lo más fácil para disfrutar un buen rato corriendo, aunque parezca contra intuitivo: una subida fuerte y larga (con la consiguiente bajada al final).
Por el sendero que sube a la sierra de Hoyo he visto, en la parte alta, que ya estaban en flor las jaras estepas (cistus laurifolius). Son más pequeñas que la "normales" (cistus ladanifer) y tienen los pétalos totalmente blancos. Pero se agradece ver un poco de color ahora que la mayor parte de las plantas ya se han replegado para aguantar el calor del verano.
Además, me he cruzado con muchos conejillos que me miraban pasar sin demasiado susto. Y he visto bastantes pajarillos y un par de cornejas. Cosas que me habría perdido si hubiera sucumbido a los quejidos de mis piernas a las primeras de cambio.
2h 12 min
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