Esta semana ha sido más relajada de lo previsto. Así que, después de estar unos cuantos días descansando, pensaba que hoy me iba a comer el mundo. Al menos es lo que suele pasar (de ahí la moda del tapering). Pero lo cierto es que mis piernas no compartían ese optimismo. Y ellas son las que mandan.
Por eso he ido cambiando de recorrido. Primero pensaba meterme en el cuerpo una subidita hasta la sierra de Hoyo. Luego he visto que quizás era mejor trepar tan sólo hasta el mirador. Al final, y para mantener un poco la dignidad, he correteado un poco por el Cerrulén.
Aunque más que trotar, lo que he terminado haciendo ha sido deslizarme. Una técnica similar a la que utilizaba Chiquito de la Calzada después de contar un chiste.
Por lo menos es campo estaba rozagante a primera hora de la mañana. Con flores de todos los colores compitiendo por llamar la atención e insectos de todos los tamaños zumbando a mi alrededor (odio las moscas). Y, justo cuando estaba en lo alto del Cerrulén, un buitre leonado que ha estado un rato dando vueltas sobre mi cabeza. Mirándome esperanzado ante el patético espectáculo que iba dando.
1h 50 min
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