Esta es una de las mejores del año para disfrutar del alba. Con el sol levantándose tan tarde, nosotros podemos hacer lo mismo para correr al amanecer. Casi nunca nos lo van a poner tan fácil.
Y realmente merece la pena. Sobre todo porque llevamos un par de semanas con los cielos en plan melodramático. Imbuidos de un espíritu otoñal dorado, con esa luz especial que la calma pinta antes de la tormenta.
Porque, no nos engañemos, en algún momento llegará el invierno de verdad. El que deja el cielo de un azul acero, los árboles negros y el suelo duro como cemento. Además, seguramente llegará de la mano del viento del norte, para meterse por todas las rendijas y helarnos el alma.
Pero mientras duren estos días de tiempo templado, lo mejor que podemos hacer es saltar de la cama cuando todavía es de noche y salir a trotar por el monte. Porque hasta la escarcha tienen todavía el encanto de lo efímero.
Lo que también ha sido esta semana es breve en salidas cortas (y valga la redundancia). Tan sólo tres días corriendo una horita matutina. El lunes con los cielos más oscuros y las nubes grises. Lo que disfruté por senderos cerrados entre la maleza.
El miércoles y jueves el paisaje brilló con luz dorada, así que cambié los recorridos por caminos más abiertos. Con vistas panorámicas de esas que te reafirman en estar al aire libre a tan temprana hora.
Además, lo bueno de correr en estas fechas es que luego podemos sentarnos a comer como si no hubiera un mañana. Que con tantos dulces y comidas entre amigos, solemos terminar el día como si fuéramos globos cautivos. Y no rellenos de helio precisamente.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
No hay comentarios :
Publicar un comentario