Esta semana he hecho sólo tres salidas sueltas. Menos de las habituales, pero un poco más largas gracias al tiempo libre que me dejan las vacaciones escolares. Han sido dos recorridos por la zona del canto del Pico y uno cerca de casa. Disfrutando de las primeras luces y con el campo todavía dormido.
El primer recorrido fue uno de los habituales. Por una zona en la que lo mejor son las vistas panorámicas y los pequeños senderos por los que no pasa nadie.
El frío de la noche ha ido dejando esta semana los prados teñidos de blanco. Y el lunes se llegó a crear una fina capa de hielo en los charcos y pequeñas pozas que hay en la zona de los Camorchos.
El martes aproveché para correr dos horas, saliendo todavía de noche y dando los primeros pasos casi a ciegas. Afortunadamente mis pies se conocen ya la primera parte del camino y distinguen por si solos las raíces y las piedras del recorrido.
Pero en cuanto me puse a subir por la ladera del canto del Pico, el alba fue abriendo el paisaje poco a poco. Luego, desde arriba pude disfrutar del sol saliendo a lo lejos, iluminando el campo por un breve momento de color naranja.
El recorrido me llevó por el camino del Pendolero, volviendo a coger más tarde el sendero que une Torrelodones y Hoyo. Agradeciendo ya el calorcillo de un sol que está demostrando a la claras que ha renacido con más fuerzas que nunca.
El último recorrido semanal lo he hecho por los caminos de Hoyo, en torno a las praderas de la Berzosa. Una zona por la que suelo correr sólo de paso hacia otros horizontes, pero que en este caso he elegido para poder disfrutar de compañía canina. Porque sólo los perros y los locos queremos despertarnos al alba para salir al monte a trotar.
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