El viernes pasado, mientras daba un paseo al anochecer, pude oír y entrever en medio de las nubes bajas a cientos de grullas trompeteando mientras volaban hacia el suroeste. Son las primeras con las me cruzo este año, y siempre me alegro cuando oigo sus cantos, con los que parecen animarse unas a otras para mantener la formación en el cielo.
Todavía queda vida en el campo. Además de las aves que pasan sobre nuestras cabezas para pasar el invierno en el sur, sobre el suelo se siguen viendo muchos conejillos, perdices, rabilargos e incluso jabalíes (con los que me he cruzado a menudo en otros de mis paseos nocturnos).
Las plantas y árboles están aprovechando el agua de estas lluvias y el tiempo todavía templado para recuperarse antes de que venga el frío. Casi no quedan flores, pero las setas están haciendo honor a su nombre y brotan por todas partes. Así que el olor a humedad, a tierra mojada y a madera descomponiéndose supone un cambio agradable en esta Castilla que suele presentar un aspecto mucho más reseco y austero. Quizás por eso todavía no me importa mojarme cuando llueve mientras salgo a correr. Por aquello de la novedad.
No hay comentarios :
Publicar un comentario