Como ya he comentado en otras ocasiones, siempre me han fascinado los caminos y los senderos. Cuando era pequeño me quedaba pasmado ante los dibujos que mostraban cómo construían los romanos sus vías, poniendo diferentes capas de materiales para que se conservaran sin casi mantenimiento. Y escuchaba atento las historias de esos burros cargados que según la tradición popular se usaban para determinar cuál era el recorrido más ventajoso a la hora de trazar una nueva carretera.
Aunque de los históricos hice el de Santiago cuando casi nadie se fijaba en él, todavía hoy me gustaría recorrer lo que queda del Camino Real Persa, la Ruta de la Seda o el Camino del Inca. Y sigo soñando con patear de punta a punta algunos senderos más modernos y silvestres (los GR de los Pirineos, por ejemplo).
He ido observando a lo largo de los años cómo se abren y cierran los caminos en el campo. La buena noticia es que los trazos marcados por los animales, incluidos los nuestros, se borran más rápido de los que pensamos. Y no solo en el norte, donde la vegetación crece ante nuestros ojos. En tierras más áridas, como las castellanas, he comprobado cómo un árbol caído, unos arbustos o incluso raquíticos matojos son capaces de cambiar o anular un sendero en pocos años.
La mala noticia es que por aquí los caminos se abren con mucha más facilidad de la que se cierran. Y cuando algunas trochas se abren, las aguas de escorrentía terminan rápidamente con la delicada capa de suelo fértil que cubre delicadamente estas tierras.
Desde el confinamiento muchos nos echamos al campo para recuperar el movimiento, la libertad y el aire libre. Nada más loable. Pero en estos pocos meses he visto cómo se han ido abriendo muchos caminos por Hoyo. El paso continuo de la gente ha marcado surcos. Y sobre todo las bicicletas, que con el suelo blando después de las lluvias han marcado con cuchillo sus recorridos.
Una pena que teniendo caminos ya abiertos por los que transitar, muchos deportistas de fin de semana se empeñen en meter sus ruedas por en medio de la vegetación, ajenos o egoístas al destrozo que provocan. Algo que además está prohibido en zonas naturales protegidas como esta. Tendríamos que recordar que la idea de no dejar huella cuando salimos al campo no sólo se refiere a la basura, debería ser algo totalmente literal.
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