jueves, 4 de noviembre de 2021

Lo que queda fuera de las fotos


Cuando hago fotos mientras corro por el campo, siempre trato de dejar fuera las partes feas del paisaje: torres de la luz, coches aparcados, carreteras, casas, postes con señales, basura que a veces te encuentras en el monte... Por eso, mirando las fotos de mis recorridos se podría pensar que son más silvestres de lo que realmente son.

Hago las fotos como esa gente que va a vender su casa y evita las esquinas menos vistosas, los rincones desgastados, las cortinas viejas o la maleza en el jardín. Fingiendo un escenario idílico que luego la realidad desmiente (al menos en parte).

Lo cierto es que casi todos tenemos una relación con la fotografía un poco artificial. Desde las poses severas con ropa de domingo de los inicios del arte, hasta la sonrisa automática, con gesto incluido, detrás de cualquier selfie, la fotografía ha capturado siempre la impostura.

No se salvan los mejores fotógrafos. Cartier-Bresson, Robert Doisneau, Sebastiao salgado... todos nos ofrecieron imágenes increíbles de personas y situaciones cotidianas. Tan excepcionales que por eso mismo dejaban de plasmar lo que realmente retrataban. Incluso movimientos más populares, como el que surgió alrededor de las cámaras Lomo, también trataron de recoger sólo un lado de la realidad (lo más bello, lo más curioso o lo más destacado).

A veces pienso que la vida real es lo queda fuera de las fotos.






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