El otoño se ha convertido en un mensajero del invierno desde el primer día de noviembre. Ya ha caído la primera helada. Ya ha llegado el viento del norte, de largos dedos. Ya hemos sacado los abrigos, cuando hasta hace una semana nos bastaba con un jersey.
No me importa correr con frío. Tan sólo hay que ponerse una capa más de ropa y unos guantes buenos, y el campo nos espera al amanecer para disfrutarlo en soledad. Con este tiempo nadie quiere salir a dar un paseo a esas horas, ni siquiera los animalillos.
Así que tenemos todo el monte para nosotros. Para correr por senderos crujientes y para admirar el paisaje cuando amanece, gracias a un aire transparente y cristalino por el frío. Lo único que lo empaña es nuestra respiración, que crea pequeñas nubes blancas. No hay nada mejor que salir a trotar a esas horas para entrar en calor.
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