A veces sales de casa con el cuerpo flojo, pensando que no vas a llegar muy lejos. Como en esta ocasión, en la que he empezado a trotar con un paso cansino que no augura nunca nada bueno. Pero luego, cuando he ido entrando en calor, las piernas han aguantado lo suficiente para poder dar una vuelta por la zona del Pendolero.
Incluso en la subida, como me quedaba algo de gasolina, me he desviado por un sendero que todavía no conocía y lo he seguido hasta el alto de la Solana. Después de tantos años trotando por Hoyo y Torrelodones, me quedan muy pocos caminos por conocer. Así que cuando descubro alguno recupero un poco el espíritu aventurero que tiene el correr descubriendo territorios nuevos.
En este caso, era un sendero antiguo que quedó cortado cuando vallaron una parcela privada. Con el tiempo, los paseantes fueron abriendo un ramal alternativo para poder seguir uniendo los dos puntos. Es algo que he comprobado ya antes en otras ocasiones: borrar las huellas de un camino es más difícil de lo que parece.
Al final, después de dar vueltas, he terminado en la zona del puente de Rolinares, donde me he acercado a hacerle una foto a una vaca solitaria que estaba pastando. Pero se ve que al animal no le gustaban los paparazzi porque ha empezado a arrancarse con cara de pocos amigos. Así que he salido trotando con un ritmo más alegre del que el cansancio parecía permitirme. No hay nada como terminar con un buen subidón de adrenalina, aunque sea por hacer el cretino.
2h 00 min
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