No hay dos personas que corran de la misma forma. Cada cual
tiene un estilo característico e inconfundible al mover el cuerpo, al girar la
cabeza, al patear el suelo o al bracear.
En las escuelas de atletismo se suele insistir mucho en la
técnica para mejorar teóricamente el uso de las fuerzas. Así, es muy fácil de distinguir
el braceo “oficial”: poderoso, uniforme y paralelo al cuerpo.
Quizás sea beneficioso para los corredores de pista, en los
que unas décimas de segundo marcan la diferencia. Pero para los que corren por
caminos y montes durante horas, lo importante son otras cosas. La técnica es más importante si cabe, pero es
buena sólo si permite estar cómodo.
Por ejemplo, el braceo. Si se usa el tipo oficial durante mucho tiempo, lo más probable es que se inflamen los costados del cuerpo,
cerca de las axilas. Por eso los que corren ultras suelen llevar los
brazos con los codos hacia fuera y moverlos mucho menos.
En atletismo de pista es ya muy difícil encontrar a alguien
como Emil Zatopek, cuya forma de correr fue descrita como la de un tipo luchando contra un pulpo encima de una cinta transportadora. En
distancias largas, los kenianos y etíopes muestran muchas más diferencias. Y en
el mundo del ultramaratón, todavía hay muchos que luchan contra pulpos.
Tres de los más grandes nos sirven de ejemplo para darnos
cuenta de que en la variedad está el gusto: Anton Krupicka, Geoff Roes y Scott
Jurek.
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