Aprovechando que la tarde se ha nublado y me he quedado sólo, me lanzó
a ver si recupero la forma. El problema es que, a pesar de que el sol está
medio tapado por las nubes, el calor no baja. Hay casi 30º, y aunque el
recorrido es sencillo, voy a sudar la gota gorda.
Y además está el tema de la hora. Suele pasar que cada cual tiene su
hora bruja para correr. Y la mía no es a media tarde. Mejor me va al anochecer.
Y mucho mejor por la mañana temprano. Pero en la vida no hay que ser pejiguera.
Y menos cuando llevo varios días oxidándome en dique seco.
En estas últimas semanas, el calor y la falta de lluvia han dejado todo
hecho un secarral. Salirse del camino es terminar lleno de pajitas en las
zapatillas. Y los senderos se han convertido en cintas de polvo y arena suelta.
Encima, cuando he llegado al antiguo camino de Torrelodones a Moralzarzal,
que sube paralelo al arroyo peregrinos, me he encontrado con una excavadora
nivelando la pista. En cuanto pasen un par de inviernos supongo que el camino volverá
a asilvestrarse. Pero mientras tanto lo han dejado hecho un arenal de obra.
La vuelta ha sido más de lo mismo. El camino de las cascadas y el de
las viñas también son una sucesión de bañeras de arena y pedregales, por lo que
el ritmo ha sido pesado. Al final, he llegado cansado y lleno de polvo, pero
contento por haber vuelto a las andadas.
En resumen:
- Mucho cansancio para tan poca cosa. Una semana sin correr, el calor, los caminos polvorientos… Más que razones, parecen excusas. Menos lloros y a correr.
- Todos los arroyos ya están secos. No queda más que alguna pequeña balsa que otra, con aguas estancadas que se irán evaporando en las próximas semanas.
- Pocas flores quedan ya por el campo. Hasta los gordolobos están ya resecos. Menos mal que todavía aguantan las achicorias, con sus flores azules, a lo largo de los caminos.
20,60 Km (12,80 millas)
431 m
2h 10 min (9,51 Km/h)
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