El frío propio de estas fechas se está empezando a notar. Y lo cierto
es que me deja el cuerpo con más ganas de trote cochinero que de gacela
africana. A partir de ahora me esperan carreras tranquilas, en las que voy
entrando en calor poco a poco, y en las que puedo disfrutar del paisaje entre
lágrimas y moqueos constantes.
La noche estaba clara y despejada, con la luna ya más gordita
iluminando lo justo para poder prescindir del frontal en las subidas (que
total, al paso que iba tampoco es que fuera a tropezar).
Me alegró comprobar que el grupo de perdices que duerme siempre en la
misma curva han conseguido evitar hasta ahora a los cazadores. A ver si
aguantan hasta la primavera. Sin embargo, a los jabalíes no se les oía por
ninguna parte. Puede que estuvieran a otras cosas (o puede que hayan hecho ya
chorizos con ellos).
A la vuelta, evité el caos de Las Marías tirando por en medio de unos
riscos. Es realmente una pena que metan más casas en esta zona. Si siguen así,
Torrelodones se terminará convirtiendo en un barrio de las Rozas y perderá lo
más importante que tiene: el campo que le rodea.
13,78 km (8,56 millas)
402 m
1h 31 min (9,08 Km/h)
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