Segunda prueba del recorrido (depurando un poco las curvas). Esta vez
la noche estaba preciosa y despejada. Con la luces de Madrid brillando en la
lejanía y la luna empezando a crecer, pero siendo todavía tan sólo una
rodajilla anaranjada llena de magia. De hecho, me paré un momento para hacerle
una foto (con resultados lamentables).
Disfruté la carrera en silencio y sin compañía. Esta vez ni siquiera
los sapos habían salido a jalearme desde el borde del camino. Supongo que
estarán buscando ya algún hueco tranquilo y calentito para pasar el invierno.
Lo que sí que volvió a sorprenderme fue el reflejo exagerado de la luz
del frontal en los brotes nuevos de los enebros. Cuando están mojados se transforman
en verdaderos reflectantes. De hecho, con el viento de los últimos días habían caído
muchas hojillas, y el camino brillaba como si estuviera cubierto de pequeñas
lucecitas.
10,90 Km (6,77 millas)
265 m
1h 08 min (9,61 Km/h)
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