Otra mañana con el cielo despejado en la que se pueden admirar todos los tonos de verde que cubren las montañas de Santander. Con la compañía de animales domésticos mirándome desde los prados y cabañas por los que pasa el recorrido.
Caballos, vacas, burros, gallinas, gatos y, por supuesto, perros. Es una característica de todos los campos de España. En cuanto pasas cerca de una granja o un establo, se pone a ladrar un mastín, doberman o chucho indefinido como si hubiera llegado el fin del mundo. O como si te quisiera sacar las entrañas.
Más de una vez he tenido que darle una patada o tirar unas piedras a un perro ladrador cuando corría por el monte. Y siempre me acuerdo en esas ocasiones de aquella frase que dijo alguién (Mark Twain?) sobre en qué consiste la diplomácia: decir "perro bonito" y tener un buen garrote.
El recorrido esta vez me lleva a seguir las orillas del río Miera y cruzar por una zona krastica al valle de La Cavada (pueblo con un nombre que parece haber salido de la Comarca de los hobbit). Un camino precioso en el que lo único que se echa de más es la cantidad de asfalto por la que hay que correr.
19,57 km (12,16 millas)
580 m
2h 10 min (9,03 Km/h)
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