Una tarde bastante buena para correr. Porque la brisa fresca que venía del noroeste compensaba un poco la fuerza del sol, que cae ya a plomo por estas tierras después de comer. Así que he aprovechado para prolongar un poco mi recorrido vespertino, dejándolo justo en las dos horas que espero a que los chicos salgan del cole.
Al contar con un poco más de tiempo, he podido variar el recorrido lo justo para llegar hasta el palacio del Pendolero. Aunque en Hoyo hay una zona en la que se rodaron muchas películas del oeste, lo cierto es que este caserón también ha sido protagonista en un par de películas de Saura. Y lo mejor que tiene son las vistas hacia el monte del Pardo, con Madrid al fondo.
Correr en estas fechas sigue siendo un placer desde el punto de vista vegetal. Ahora están las jaras repletas de flores, las matas de cantueso han empezado a cubrirse de color morado e incluso se pueden ver ya como van creciendo las cabezuelas de las siemprevivas (que tardarán todavía unas semanas en abrirse y desprender ese olor tan característico que tienen).
En cuanto a la compañía animal, la que sigue siendo omnipresente es la de las palomas torcaces. He ido levantando a mi paso cada dos por tres bandos de palomas que estaban posadas en las encinas. Y al echar a volar no son precisamente sigilosas.
18,11 km (11,25 millas)
389 m
2h 00 min (9,05 Km/h)
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