Hay días de verano por la mañana temprano, cuando el campo todavía no rezuma calor, en los que da gusto sentir el sol sobre nuestras cabezas. Días de otoño en los que el viento nos acompaña, mientras les roba sus hojas a los árboles. Y días de invierno en los que apetece sentir el suelo helado crujir bajo nuestros pies. Pero, para mi, no hay nada como la sensación de correr por el monte en primavera.
Así que he vuelto a probar al trote facilón el estado de mi tobillo. Sin forzar para evitar problemas con la tendinitis. Y sin forzar porque tampoco estaba el cuerpo para realizar excesos. Que estas semanas convertido en un horizontal runner me han dejado fofo y regordete.
Y aunque todavía siento un lejano eco de molestia de vez en cuando, lo cierto es que ha merecido la pena. Porque perderse días como el de hoy encerrado en casa debería estar prohibido.
14,02 km (8,72 millas)
319 m
1h 30 min (9,36 Km/h)
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