Tarde de sol y calorcito después de estar un par de días lloviendo. Así que el campo estaba enloquecido. Flores por todos lados, hierba recién pintada y senderos medio escondidos debajo de las plantas. Un placer para los sentidos. Aunque el calor siga haciendo estragos en mi cuerpo.
Y el caso es que al principio iba todo bien. Entre que llevaba poco tiempo corriendo y el camino era de bajada, ha habido momentos en los que hasta he pensado que la flojera era cosa del pasado. Pero en la zona del canal, y a pesar de que ahí el recorrido es totalmente llano, los jadeos ya eran de jabalí.
Así que la vuelta me la he tomado con calma (con más calma todavía). Y lo único que merece la pena destacar de esta parte es que por lo menos he subido por primera vez hasta lo alto del cerro de la Isabela antes de desviarme hasta la presa del Gasco. Luego tan sólo he podido arrastrarme de vuelta a Torre para recoger a los chicos.
En cuanto a la parte animal del recorrido, lo cierto es que ha sido tan variada como la vegetal. Palomas, rabilargos, abubillas, un alcaudón, un pito real en el bosque de pinos y miles de pajarillos marcando territorio con sus trinos. Es lo bueno que tiene eso de ir despacito, que hay más tiempo para fijarse en los pequeños detalles. Y al ritmo que iba yo, podía hasta contar las plumas.
15,37 km (9,55 millas)
393 m
1h 43 min (8,95 Km/h)
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