Hay dos cosas que me dejan siempre fuera de juego cuando salgo a trotar: el calor y correr por la tarde. No es que con el fresquete mañanero vaya muy rápido. Pero a las cuatro de la tarde, entre abril y septiembre, me siento realmente como un hipopótamo perdido en medio del desierto.
Lo malo es que durante unas semanas voy a tener que aprovechar esas horas si quiero moverme un poco (y sí, quiero). Lo único bueno es que me servirá para luego disfrutar doblemente de mis salidas noctámbulas o las que hago al alba. Menos da una piedra.
En cuanto a los recorridos, iré alternando la subida a Hoyo (para luego recuperar el resuello de vuelta) o la bajada a la presa del Gasco (para cocerme los sesos arrastrándome al final por el camino del Pardillo). Hoy ha tocado pasar por casa, así que lo más probable es que el miércoles tire para abajo.
Entre subidas y bajadas, una cosa que se observa bien es la progresión de las plantas para abrir sus flores según la altitud. Sin haber demasiado desnivel, en Torrelodones están ya todas las jaras floridas. Y los campos rebosan de jaramagos y altramuces. Incluso se pueden ver ya las primeras orquídeas de la temporada por estos pagos. Hoyo también está repleto de flores, pero todavía se ven muchas cerradas esperando que venga el calor de verdad.
15,22 km (9,46 millas)
334 m
1h 40 min (9,13 Km/h)
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