Recorrido doblemente tranquilo. Primero porque el calor ha vuelto, y se nota incluso al anochecer. Y segundo, porque nada más salir me he torcido un poco el tobillo, y no era cosa de forzar demasiado la marcha. O al menos esa era la excusa.
A pesar de que la semana pasada cayeron un par de tormentas (más testimoniales que otra cosa), el campo sigue estando totalmente seco. Hasta las flores de los cardos están ya medio ajadas. Lo cierto es que con los meses de verano que llevamos, batiendo récords, apetece ya pensar en el norte. Menos mal que queda poco para el viaje.
Por lo demás, no ha habido nada especial durante el recorrido. Muchos conejillos cruzando el camino a mi paso, muchas abubillas (pero muchas de verdad), algunos rabilargos y poco más. Y de las plantas, mejor dejarlas tranquilas a las pobres.
Lo mejor ha sido, una vez más, el cielo. Basta que se junten un par de nubes al anochecher para que los juegos de luz y sombras conviertan el campo en un verdadero cuadro. Hasta el paisaje más anodino gana mucho con un telón detrás de nubarrones tormentosos y el sol entrando de lado.
16,09 km (10,00 millas)
345 m
1h 54 min (8,47 Km/h)
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